La luz se esconde
por miedo a lo que llega.
Una Luna entera
nos ahoga si saberlo.
Comienza un día nuevo,
sólo hasta las dos y media.
Lo inseparable se divide...
y vuelta a empezar.
Como trescientos sesenta y cinco
antes de la Dama Negra,
a veces los alargas,
a veces los diezmas.
Esperando el final
sin saber si sigues jugando.
Te acercas al lugar,
quizás haya sombra,
quizás haya cuerpo.
Ya no hay lugar para el miedo,
no notas suelo bajo los talones.
Desenvainas con garras de hierro...
y vuelta a empezar.